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Francisco Morazan El PADRE DE CENTRÓ AMERICA[]

Década tras década se ha presentado a francisco morazan como el soldado, el estratega, espada desenvainada para luchar contra los enemigos del ideal, del proyecto unionista centroamericano. La historia, sin embargo, va rescatando la otra dimensión, que cubre mucho más espacio en su vida. Morazán el hombre ilustrado, guiado por los principios de la filosofía enciclopedista, fundamento ideológico de lo que constituiría el mayor acontecimiento político del siglo XVIII, la Revolución Francesa, que alimentará la Revolución Industrial, siglo XIX, senda del progreso y del bienestar. En su plan de gobierno favoreció la instrucción pública universal; se consumó la separación entre el Estado y la Iglesia; se consagró la igualdad política, la libertad de culto, la efectiva libertad de imprenta y otros derechos fundamentales de la persona, de acuerdo al principio, que unió al continente hispanoamericano en torno a la "libertad, igualdad y fraternidad". El culto a la patria grande, a la libertad y a las instituciones republicanas fue la llama que ardió en el corazón del patriota centroamericano y sólo las balas de antihistoria lograron sofocarla momentáneamente. El ejemplo de su vida y de su muerte recorre la agitada historia de los cinco países hermanos, sobre los cuales no acaba aún de amanecer, pero Morazán vigila. Nació en Tegucigalpa, el 3 de octubre de 1792. Su privilegiada inteligencia le permitió asimilar con rapidez los estudios que sus maestros privados le proporcionaron, y así continuó su vida adulta hasta lograr una amplia educación. Se distinguió como secretario general del gobierno de Dionisio de Herrera en 1826. Es electo presidente de la república confederada de Centro América entre 1830-1838. Organizó un ejército y combatió contra el general Justo Milla venciéndole en forma total. Con ese mismo ejército se proclamó Jefe de Estado en la ciudad de Comayagua. En 1834 trasladó la capital de Centro América a San Salvador, donde dictó leyes democráticas. Murió fusilado en la ciudad de San José, Costa Rica el 15 de septiembre de 1842..

Bonaporte y Morasam[]

La mejor introducción para presentar al paladín centroamericano es el paralelo que realiza Nicolás Raoul, soldado francés que lucho junto a Napoleón Bonaparte, y que después de la batalla de Waterloo emigró a nuestra región y acompañó a Francisco Morazán. Napoleón Bonaparte hizo su carrera militar en el mejor colegio de esa época, bajo la dirección de los mejores jefes. Morazán no tuvo instrucción ninguna en la milicia, ni quiso tomarla prácticamente en los cuarteles, ni hubo jefes a quienes imitar; pero sus planes de guerra y sus combates dejan tanto que admirar como los de Napoleón. Las ideas de Bonaparte eran las ideas de Francia, bastaba seguirlas para contar con el éxito; las de Morazán no eran las de Centroamérica en su inmensa mayoría, y la lucha debió empezar por allí. Napoleón profesó distintas opiniones en la política y en la corte pontificia; Morazán las mismas siempre. Napoleón buscaba su propio engrandecimiento y el de Francia; Morazán exclusivamente el de su patria. Francia, teatro de Napoleón, no puede compararse con Centroamérica, teatro de Morazán; pero en la comparación de los genios fácil es comprender quién lleva la ventaja. Napoleón representa la autocracia en su más alta expresión; Morazán representa la democracia en toda su pureza y en su más genuina manifestación.

MORAZAN NUESTRO HEROE[]

Nació en Cantarranas, hoy San Juan de Flores (1794). Sirvió como sacristán, músico de iglesia, sastre, escribiente, consejero de alcalde y Alcalde Municipal su carrera militar la inició en 1827 al presentar comprobantes a las tropas guatemaltecas enviadas por el Gobierno Federal de Arce; peleó en el sitio de Comayagua, apoyando a Morazán, participando en la batalla de Gualcho, derrotando a Vicente Domínguez en Tercales y La Ofrecedera. Electo Jefe de Estado el 1 de enero de 1841, fecha que, en opinión de Víctor Cáceres Lara, «marcó al pasó de Honduras el régimen federal al gobierno unitario». Su conversión ideológica-política dio paso a un creciente conservadurismo, constituyéndose en un implacable enemigo de la causa Liberal. Pese a que fue derrotado por Morazán en las acciones del Espíritu Santo y San Pedro Perulapán en 1839, logró evitar su total aniquilamiento y con su fusilamiento del primero en 1842 se consolidó la reacción conservadora, que en nuestro país gobernó casi todo el período comprendido entre ésta fecha y 1876. En 1847 fue electo nuevamente con el titular del Ejecutivo pero renunció colocando a Juan Lindo, pero éste con habilidad política, logró que abandonara el país, dirigiéndose a El Salvador, falleciendo en Chalatenango en 1851. De él se expresó así Ramón Rosa: «fue grande y grande en sus crímenes...implacable demoledor de la República de Centroamérica...Ferrera tenía el raro don de los hombres políticos que se saben retirarse a tiempo...Obró como militar y político, pero como también como tirano despiadado; sembró el terror...Ferrera hizo bien en sostener, con entereza, la dignidad de su puesto y el decoro de la nación. Culpable fue por el rigor, por la barbarie de sus procedimientos, y victoriosos, por ser cruel e implacable contra enemigos indefensos; pero no fue culpable por su resolución enérgica de combatir, hasta lo último, a invasores y a facciosos. Su faltas fueron enormes, porque comúnmente no hacía justicia, se vengaba; pero en cambio, no dejó que Honduras fuese, como en posteriores tiempos, el lugar favorito de alegres paseos militares, productores, para estragos, de ascensos y de galones...El grande, el enorme e indisculpables crimen que cometió Ferrera, fue el de convertirse en enemigo jurado, en principal demoledor de Centro América».[]

Lempira El Señor de la Sierra[]

Coraje, resistencia y pundonor. Es uno de los grandes héroes nacionales que siempre manifestó su amor entrañable por su raza, tierra, leyes y costumbres. Lempira era de origen Maya-Lenca y desde muy joven había dado muestras de gran valor y que puso a prueba en cientos de ocasiones. Es el personaje de un romance popular. Es de ayer, y tiene sin embargo el sello que imprimen los siglos, sello moderado por la fantasía de cientos de generaciones, escribió el guatemalteco Máximo Soto Hall sobre leyendas de héroes nacionales. Infundía respeto entre los suyos. Lempira luchó por defender a su pueblo de la esclavitud que los españoles habían establecido, para no perder su libertad y costumbres. Este guerrero instó en 1530 a su pueblo a luchar por defender sus ideales y no permitir ser humillados por los colonizadores, habiendo tantos bravos guerreros. Los españoles al darse cuenta del levantamiento indígena, de inmediato comenzaron a atacar, la guerra se prolongó por seis meses. ``Pronto se vio sitiado por las gentes de Cáceres, quien por orden del gobernador Montejo venían a dominarlo. El capitán español creyó fácil la empresa, pero no tardó en reconocer su equívoco. El sitiado era fuerte, era algo más, previsor y astuto, era algo más, era patriota´´. Al darse cuenta que no podían vencer a Lempira, hurdieron un vil plan, basado en la traición. Lempira cayó en la trampa ya que él era un hombre que no sabía de este tipo de artimañas; y así disparándole justo en la frente, el jefe guerrero rodó por la sierra llevando consigo las esperanzas de liberación de nuestra raza. El 20 de julio se ha decretado día de Lempira como una reverencia al indio heróico que supo morir en defensa de la liberdad de su pueblo. La nación le honró nombrando con su nombre la moneda nacional.

José Trinidad Cabañas El Quijote de America[]

``En la devoción por sus ideales, un Don Quijote; en el arrojo y gallardía, un Murat; en la pureza de su vida, un Bayardo. Y en verdad, fue ese hombrecito un caballero sin miedo y sin tacha´´. ``Fue el Quijote de la América", escribió el historiador salvadoreño Alberto Masferrer al describir a José Trinidad Cabañas, este prócer que vio la luz del mundo un 9 de junio de 1805 en Tegucigalpa. En época en que el coronel Justo Milla sitiaba la ciudad de Comayagua, el señor José María Cabañas, su padre, acompañado de sus tres hijos: Trinidad, Urbano y Gregorio, se presentó ante Dionisio de Herrera y le manifestó:


``Señor, el peso de mis años no me permite acompañaros al campo de batalla pero aquí tenéis a mis tres hijos que pueden lo que yo debiera hacer, dispuestos a derramar su sangre al pie de la bandera que defendeis´´. Así inició Cabañas su carrera militar. Ingresó al ejército bajo las órdenes del general Morazán.


La Asamblea General del Estado de Honduras instalada en Comayagua, lo eligió presidente del Estado en enero de 1852. Su administración sólo duró tres años y medio, durante los cuales fomentó la instrucción pública, la agricultura y minería. Fue condecorado con el título "Soldado de la Patria". Falleció el 8 de enero de 1871, a la edad de 65 años en la ciudad de Comayagua.


"En la devoción por sus ideales, un Don Quijote; en el arrojo y gallardia, un Murat; en la pureza de su vida, un Bayardo.Y en verdad, fue ese hombrecito un caballero sin miedo y sin tacha."

Errando por las aldeas silenciosas y los solitarios caminos de la que antes fuera una sola patria, he recogido estas leyendas, que tal vez son historia. "Cabañas fue el Quijote de la América". Enamorado de una idea, jamás contó los enemigos, ni sospechó el miedo, ni aquilató el peligro. Derrotado cien veces, volvió siempre a la carga con la misma fe, con el mismo entusiasmo de sus primeras aventuras. No conoció el orgullo: siendo la lucha por sus ideales, allí corria de jefe o de soldado, leal y bravo, entre los bravos y los leales. El primero entraba al combate con su sencillo dorman azul, ondeante la barba de nieve, firme en la silla como un centauro. Se retiraba el último, acribillado a balazos, cuando solo ya en la pelea, notaba que podía caer prisionero. Muerto, si; rendido, no. Y mientras aquel hombre no cayera de su corcel, ni perdiera su espada, seguro estaba que los vencedores no le aprisionaban. Para esto tenía aquella maniobra suya que llamaba "romper la línea". Cosa fácil: romper la línea era ir solo o acompañado, retrocederla por buen trecho, hundir las espuelas en el vientre de su caballo, partir como un ciclón sobre los enemigos, abrirse camino a sablazos, saltar por las ballonetas, y ya al otro lado, volverse, saludar con la espada, e ir luego a curarse de cinco o seis heridas. Esto era "romper la línea", y jamás falló en la maniobra. Cuentan que le vencian siempre. Yendo de jefe llevaba él su plan, mas a las primeras descargas olvidaba su empleo; que su verdadero lugar estaba en lo más fragoroso del combate, y allá se entraba hendiendo craneos y tajando brazos, como un Rolando o un Oliveros; celebrando los grandes golpes, fueran de amigos o de adversarios; saludando a los que de su camino se apartaban; resucitando en plena edad barbara las hazañas de los siglos caballerescos. Cosas tenía que hubieran agotado la paciencia de Sancho Panza. Como ésta: A su cargo estaba la defensa de La Unión, sobre la cual venía el terrible guerrillero Guardiola. Este era el hombre de las marchas veloces y de los golpes inesperados. Mas en esa ocasión se hallaba a quince leguas y era imposible que atacara antes de veinticuatro horas.

Guardiola hizo la jornada en doce horas, sorprendió a Cabañas, le destrozó, le puso en fuga y tomó la plaza. A la caída de la tarde, iba camino a Conchagua un jinete, solo, cabizbajo, al cansado andar de su caballo, que no sentia la presión de la brida. De pronto volvió atrás, llegó a La Unión, pidió ver a Guardiola, diciéndose portador de urgentes noticias, y lleváronle ante un grupo de oficiales, que todavia comentaban la reciente victoria, y allí preguntó por el jefe.

-Soy yo, ¿qué se le ofrece? -¿Me conoce usted? -No, ¿quién es? -Soy Cabañas.


Y con la respuesta le cruzó el rostro a latigazos. Poco después, herido de tres balas, el mismo jinete volaba por el camino a Conchagua. De filo, su espada era un hacha; de plano era una maza. En León, después de aquella gran resistencia de treinta días, cuando agotados los recursos no quedaba ya otro arbitrio que rendirse al implacable Malespin, Cabañas, uno de los defensores de la plaza, invitó a sus amigos a "romper la línea". Doscientos aceptaron. Era el intento de pasar sobre las cerradas filas de los sitiadores; pasar o quedar allí hasta el último: los doscientos eran reliquias de las falanges Morazánicas. Formóse el escuadrón, y en él quiso Cabañas ocupar el último sitio, para no salvarse sino cuando todos estuvieran a salvo.

El escuadrón rompió como tromba; muchos perecieron, los más pasaron. Cabañas iba el último. Al llegar a la postrera fila de enemigos su espada iba a caer sobre un sargento que le cerraba el paso, mas viéndole que se apartaba, el bizarro jinete le saludó y siguió adelante. De súbito sintió un bayonetazo en la espalda. Cabañas volvió la cara, cayó sobre el felón, y le asestó un cintarazo sobre la cabeza. "Y del golpe, -me contaba un testigo-, de aquel simple golpe el sargento cayó muerto sin decir: ¡Jesús!" Cabañas, como Don Quijote, habría desafiado a un león. No llegó el caso, mas no vaciló en desafiar a Carrera, que era un tigre.

Morazán erraba en el destierro y el porquerizo daba la ley a Centroamérica. ¿Quién era el loco que iba a enojarle? Cabañas. Llegado a la Presidencia de Honduras, sin dinero, sin armas, sin soldados casi, le declaró la guerra. Pudo ser el obediente vasallo de Carrera, vivir en el poder, hartarse de dinero y de goces, pero su oficio era desfacer entuertos; Carrera era un follón, un malandrín y como a tal había que combatirle, aunque todos los endriagos de la tierra vinieran en su contra.

Y le combatió, sin tregua, sin calcular los resultados; y fue vencido, porque en esta miserable tierra los reveses son el patrimonio de los nobles andantes, y la fortuna se va enamorada tras los mal nacidos. En Grecia hubiera dado origen a la leyenda de los Centauros. Tanta era, en verdad, su destreza de cabalgador, que aún disputan las buenas gentes sobre si no era un don diabólico aquel su compañero que de tan grandes peligros le salvara.

Fue en Masaguara donde se libró el último combate contra las huestes de Carrera. La batalla se dio en una meseta cortada por hondo barranco. Cuando nuestro paladin notó su derrota, unos pocos le acompañaron, y toda esperanza de fuga parecia imposible: de un lado la masa de enemigos, del otro la hondonada infranqueable. Cabañas se acercó al foso, lo midió de un vistazo y luego con la espada en la vaina como en actitud de entregarse, encaminóse al paso hacia los contrarios. Estos, seguros de que iba a darse prisionero, le dejaron hacer; mas de pronto, veloz como un meteoro, Cabañas vuelve cara, devora el espacio que le separa del barranco, se lanzó en éste...., y un instante después, cuando los enemigos aún espantados corrian a ver al que creyeran despedazado en la caída, Cabañas, sonriendo altivamente subía a escape la pendiente opuesta, y ya en la cima les saludaba con su sombrero de anchas alas, y luego se perdía en la llanura, corriendo como una centella. Jamás derramó sangre, sino en el combate; pudo ser opulento, y vivió pobre; pudo ser poderoso, y prefirió el destierro; y nunca, jamás ni la sombra de una deslealtad manchó su pensamiento.

En la devoción por sus ideales, un Don Quijote; en el arrojo y gallardia, un Murat; en la pureza de su vida, un Bayardo. Y en verdad, fue ese hombrecito un caballero sin miedo y sintacha.


Dionisio de Herrera Primer Mandatario de Honduras==[]

Honduras contó con su primera división territorial hasta que Dionisio de Herrera asumió como primer Jefe de Estado el 16 de septiembre de 1824. Durante su gestión también decretó el primer escudo de armas y la primera constitución. Doce días después nombra a Morazán como Secretario de Estado y del Despacho General. Herrera estaba casado con una prima hermana de Morazán: doña Micaela Quesada. Fue Dionisio de Herrera, abogado, rico hacendado y próspero comerciante, quien redactó el acta de Independencia. Originario de Choluteca nació un 9 de octubre de 1781. Fue enviado a estudiar a la universidad de San Carlos en Guatemala al hogar de su primo José Cecilio del Valle; era un gran simpatizante de la Revolución Francesa y partidario de la Independencia de Centro América. En 1820 desempeñó el cargo de Secretario del Ayuntamiento. Tres años después el gobierno de Herrera fue derrocado bajo el mando del coronel Justo Milla. Herrera fue prisionero en Guatemala, entonces capital de Centroamérica, y fue nombrado Jefe de Estado de Nicaragua por Francisco Morazán en 1830. Don Dionisio de Herrera falleció el 13 de junio de 1850, en San Vicente, El Salvador, donde vivió sus últimos años dedicado al magisterio.

José Trinidad Reyes Pionero de la instrucción pública[]

Uno de sus mayores éxitos fue su incursión en los campos educativo y cultural, José Trinidad Reyes se ordenó sacerdote en 1822. Nació en Tegucigalpa un 11 de junio de 1797. Aprendió las primeras letras en una escuela privada, también latín y música. A la edad de 18 años viajó a León, Nicaragua, donde continuó sus estudios universitarios, allí se graduó de bachiller en filosofía, teología y derecho canónico. En 1830 incursiona en la política, por medio de la cual defiende los intereses de la iglesia.

En el campo literario, José Trinidad Reyes, cultivó con éxito la composición de pastorelas y composiciones poéticas cortas sobre temas del campo y la Navidad. En el campo cultural, fundó un centro de estudios superiores, a la que llamó "La Sociedad del Genio Emprendedor del Buen Gusto", y que comenzó a funcionar en 1845, luego se convertiría en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Es el fundador también de la biblioteca de la misma universidad, la cual lleva su nombre. Falleció el 20 de septiembre de 1855.



José Cecilio del Valle El gran Estadista Americano[]

Era un hombre de regular estatura, de cabeza pequeña, frente espaciosa, ojos minúsculos, tez trigueña y pómulos pronunciados, José Cecilio del Valle figura entre los grandes forjadores de las modernas patrias americanas. En él concurrían excepcionales condiciones de escritor y estadista. El extraordinario sentido previsorio de que estaba dotado Valle lo llevó a elevar su pensamiento más allá de las fronteras nacionales hasta llegar a afirmar que ``el estudio más digno de un americano es América´´. En su ensayo titulado ``Soñaba el abad de San Pedro: y yo también sé soñar´´, el prócer expuso: ``América, cuyos hijos se hallan diseminados por todos los climas, pero deben formar una familia´´. Nació en la Villa de Choluteca, el 22 de noviembre de 1777. Se trasladó a Guatemala con su familia y se recibió como abogado a los 22 años de edad. En 1820 fundó en Guatemala el periódico "El Amigo de la Patria" que circuló por primera vez el 6 de octubre. Su capacidad, sus conocimientos y el respeto que le manifestaban sus partidarios y adversarios de sus ideas, quedaron manifiestas el 15 de septiembre de 1821. En tal fecha fue comisionado para redactar el Acta de Independencia. Durante la anexión de Centroamérica a México, Valle resultó electo diputado en representación de Tegucigalpa y Chiquimula. Casi al final de su vida fue electo presidente de Centro América, en sustitución de Francisco Morazán en 1834. Pero no pudo desempeñar tal cargo debido a un accidente que sufrió en el trayecto y que le causó la muerte el 2 de marzo de 1833. Valle insistía en que sólo los pueblos ilustrados podían alcanzar la felicidad y decía: ``Se ilustra un pueblo como se ha ilustrado otro pueblo. Se civiliza una nación como se ha civilizado otra nación. Esta es la resolución del problema.


ASESINATO DE GUARDIOLA[]

El 21 en la noche recibió un correo extraordinario de Chiquimula, con comunicación del señor general Serma, transcribiendo otras del jefe político y militar del departamento de Santa Rosa (Estado de Honduras) fechado 14 en que se refiere un horrible atentado cometido el 11 en Comayagua. A las 6 de la mañana de aquel día fue asesinado en su propia casa el señor Gral. Guardiola, presidente de Honduras. No se comunican pormenores ni detalle alguno de ese crimen, que por lo demás confirman en la gaceta del Salvador del 18 y cartas particulares que han comenzado a recibirse en esta capital. Uno de los individuos del Senado, don Francisco Montes, se hizo cargo provisoriamente del gobierno el mismo día habiéndose llamado al señor vicepresidente Castellanos, que está en la República del Salvador. Reproducimos hoy un manifiesto del señor Montes., escrito evidentemente bajo la presión del terror causado por el escandaloso suceso que acaba de tener lugar pues de otro modo, no se comprendería que no se hubiese consignado en él una sola palabra de reprobación o siquiera de pena, por el crimen de que había sido víctima algunas horas antes el jefe de la república. El que fue llamado a caso por las circunstancias a recoger de entre sangre el símbolo de la autoridad conculcada, no pudo seguramente hacer otra cosa que dejar aquel hecho horroroso al juicio de la historia. Esto no tiene más que un nombre para estos atentados, sea cual fuere el pretexto que se busque para cohonestarlos, como decíamos hace poco con un motivo semejante. Creemos que todas las gentes honradas condenarían sin la menor vacilación el crimen que se ha ejecutado el día 11 en Comayagua. Esos hechos no pueden menos sino dar una idea triste y desventajosa del país en el extranjero; y en cuanto al interior ¿qué gobierno sólido puede establecerse sobre la base un atentado que conculca la ley de Dios, los preceptos de la moral y del derecho común, no menos que el sentimiento del honor y de la probidad? Cuidaremos de comunicar a nuestros lectores los detalles de aquel deplorable acontecimiento. Escrito lo que antecede, se han sabido algunos pormenores del hecho a que nos referimos. Un oficial llamado Pablo Agurcia, que funcionaba como mayor de Plaza, y que según se dice debía favores al General Guardiola fue el autor del atentado. La guardia misma del presidente lo ejecutó y después del asesinato, se dirigieron a tomar el cuartel lo cual lograron fácilmente. La casa del General Guardiola se dice haber sido saqueada. Se supone que Agurcia obraba de acuerdo con el general don Juan López, a quien se esperaba de un momento a otro, de Nicaragua. Agurcia, nombrado general hizo que el señor senador Montes tomase el mando, nombrándose ministro a Coronado Chávez ya Teodoro Aguiluz. Los ministros del General Guardiola fueron a reunirse con los generales Álvarez y Medina con la idea de levantar tropas y marchar sobre Comayagua. Todo parecía indicar que la guerra civil sería inevitable.

ALFONSO GUILLEN ZELAYA[]

"Por la solidaridad y amistad entre Honduras y México". Con motivo del L Aniversario del fallecimiento del poeta, periodista, luchador social y maestro de la Universidad Obrera de México, se llevó a cabo el día 17 de septiembre un merecido homenaje al maestro Alfonso Guillén Zelaya. El acto fue promovido por la Universidad Obrera de México, la Escuela Sindical "Manuel Calix Herrera", el Instituto "Alfonso Guillén Zelaya", el Partido Unificación democrática de Honduras, el Centro de Investgaciones sobre Historia del Movimiento Obreero y la Asociación Cultural México-Cuba "Alfonso Guillén Zelaya". En Honduras había nacido Alfonso Guillén Zelaya, en Juticalpa, Olancho (región de grandes rebeldías y de poetas), un 27 de junio de 1887: Estudió para licenciado en Derecho, profesión que nunca ejerció. Se dedicó a hacer poemas y al periodismo. Su condena al dominio que ejercían las compañias sobre la economía y la política de Honduras le trajo el ataque y la persecusión, que luego lo obligaría a exilarse en México. Desde 1919 hasta 1932 ejerció el periodismo en varios países: en El Salvador, en Guatemala y en los Estados Unidos. Fue Cónsul de Honduras en Nueva York, secretario de la delegación hondureña a la Conferencia por la Paz, en Versalles, Francia. Contempló -y a la vez estudió- los grandes fenómenos políticos que sacudieron a la Europa revolucionaria, lo cual afianzó su pensamiento antiimperialista. Regresó a la patria, además de horrorizado por la "matanza más grande de la historia", decidido a luchar por la pacificación de Honduras. Para 1933 lo encontramos exiliado en México, D.F., donde coincide con otros hondureños, intelectuales y periodístas, entre ellos: Rafael Heleodoro Valle, Martín Paz y Rafael Paz Paredes. La época que le toca vivir a Guillén Zelaya en México es heróica; es el momento en que se lucha por la defensa de la dignidad y la soberanía; al mismo tiempo, la humanidad vive una de las etapas más críticas: la bestia parda del nazifacismo parecía que arrastraría al mundo a otro medioevo, lleno de inquisiciones, terror y persecusiones. Guillén Zelaya escribe y participa en estas dos luchas, sin olvidar la de su patria; camina paso a paso con su amigo y compañero de ideas, Lombardo Toledano, en la movilización y organización de las masas y la difusión de las ideas revolucionarias. Lo vemos en el periodo de fundación de la Universidad Obrera de México, de la cual fue su catedrático; participa, con Rafael Paz Paredes, en la fundación de El Popular, periódico en el cual escribe desde su fundación hasta el 4 de septiembre de 1947, fecha de su fallecimiento.. Guillén Zelaya no sólo ayuda en esta ciudad a organizar a los hondureños en su lucha contra la tiranía de Centroamérica, sino lo hace contra las de Franco, Hitler y Mussolinni. Llama a la lucha por una democracia que permita avanzar y organizar a los pueblos, el principal Honduras, donde la dictadura había desorganizado a los trabajadores. "La unidad democrática debe ser nuestro primer paso salvador, y digo el primero, porque la emancipación de un pueblo no se logra exclusivamente con soluciones políticas. Los peones de la miseria serán siempre los esclavos de la ignorancia y la servidumbre. Lo anterior significa que, paralelamente a nuestra unificación democrática hayamos de consagrarnos a construir las bases del desarrollo económico, si queremos dar eficacia y permanencia a la sucesión pacífica de gobiernos emanados de la libre determinación popular. Las leyes, por sí solas, no importa cuan avanzadas, jamás podrían cambiar la trágica realidad que vivimos". Cuando en Honduras la dictadura de Carias Andino cerró las luchas pacíficas de las masas, que pedían elecciones libres y retorno de los exiliados, ametralló a los manifestantes. Guillén Zelaya ayudó a organizar al exilio para enfrentarse a la dictadura por medio de las armas; en Honduras aparecieron focos guerrilleros y amagos de una guerra civil; también escribió en El Popular varios artículos que constituyen un manual de guerra de guerrillas. Las divisiones sectarias de la oposición y de los exiliados hicieron fracasar los intentos por derrocar al dictador quien se consolidó en el poder. Guillén Zelaya, en su prosa periodística y de análisis de la situación nacional de Honduras -a pesar de ser ya un marxista- no caía en el sectarismo ni en el marxismo romántico: "Las normas teóricas son ineficaces cuando no corresponden, aún siendo en sí mismas, a la situación existente en el medio escogido para aplicarlas o cuando faltan las oportunidades y los elementos para darles validez, y no puede por eso prescribirse como panaceas." Ayudó a elaborar -con Castañeda Batres, Medardo Mejía y otros dirigentes populares- un equipo de intelectuales y trabajadores que, auxiliados por la CTAL y Lombardo Toledano, se esmeraron por dar pensamientos y consejos al naciente sindicalismo hondureño. Años después, en 1954, los trabajadores hondureños realizarían la gesta más grande del presente siglo: la huelga bananera, que se convertiría en un verdadero alzamiento popular contra los monopolios y las tiranías políticas. Guillén Zelaya, está considerado, en Honduras, como uno de los mejores 5 poetas, pero el grueso de su pensamiento quedó aquí, en México, sin ser conocido. Ahora, a 50 años de su muerte, intentamos rescatar ese pensamiento y, auxiliados de él, poner los pies en nuestra realidad. Como epílogo podemos decir que Guillén Zelaya no dejó descendencia en México, pero su primo hermano, Lorenzo Zélaya -que también vino exilado a México- logró formar una descendencia de luchadores revolucionarios que siguieron los pasos de Alfonso Guillén Zelaya. Uno de los hijos de Lorenzo Zelaya (Alfonso), cambió su apellido por el de su tío y, con el nombre de Alfonso Guillén Zelaya se fue en el Granma, con Fidel y el Che, a escribir la aurora del hombre nuevo que Guillén Zelaya nos señalara en su estudio filosófico "La inconformidad del hombre". Otro de los Zelaya (Héctor) sucumbió en las selvas de Nicaragua, forjando el sueño morazánico de la unidad centroamericana, único camino para poder hablar de una verdadera democracia en Centroamérica .

Rafael Eliodoro Valle[]

El quehacer bibliográfico de Rafael Heliodoro Valle fue cotidiano. (Hondureño de nacimiento, 1891-1958, vivió más de 50 años en México desempeñando una extraordinaria labor humanista). Su producción histórica y literaria fue producto de su excepcional labor bibliográfica. La edición de sus obras en esta disciplina fue una constante durante toda su vida a partir de su llegada a México, país de gran tradición y riqueza bibliográfica iniciada durante la época colonial con los cronistas de las provincias religiosas, quienes registraron en sus crónicas tanto la vida como las obras de los misioneros distinguidos en el campo de la historia y de las letras, así como los trabajos de los propios miembros de la orden religiosa a la que pertenecían.

Ramón Rosa[]

Ramón Rosa(Tegucigalpa, 14 de julio de 1848 – Tegucigalpa 28 de mayo de 1893) fue un destacado periodista, político y escritor liberal de la segunda mitad del siglo XIX. Hijo de Juan José Soto e Isidora Rosa. Aprendió sus primeras letras con una famosa profesora, que más tarde personifico en su obra La maestra escolástica. Se graduó de bachiller en filosofía en la Universidad Nacional de Tegucigalpa. Realizó sus estudios universitarios en Guatemala y, al triunfar la reforma liberal en ese país, en 1871, ocupo el puesto de subdirector de Hacienda y luego la Secretaría de Relaciones Exteriores. Fue cofundador del periódico El Centroamericano. Cuando el mandatario guatemalteco Justo Rufino Barrios decidió instalar a Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa al mando de los destinos de Honduras, ambos desembarcaron en Amapala, en 1876, inaugurando el gobierno provisional, en el que Rosa ejerció de secretario general.Fue el principal ideólogo del régimen y dio a la legislación y al sistema educativo la impronta de la filosofía positivista, lo cual se reflejó en el Código de Instrucción Pública (1892).Intentó atraer la inversión extranjera en la minería y la agricultura, después de que el proyecto de desarrollar una economía cafetalera nacional a gran escala no fructificara.Cuando Soto se vio obligado a renunciar como presidente de la República, en 1883, Rosa se dirigio a Costa Rica y Guatemala, y no volvió al país hasta 1889, continuando su labor periodística con la fundación de la revista "Guacerique".

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